Mi tía materna siempre ha sido una persona que he admirado: no solamente me pareció siempre una persona atractiva, simpática e inteligente, sino que, también, es una persona a la que le debo mi vida. Para entender mi historia, primero deberían saber un poco más sobre mí, aunque me gustaría mantener mi anonimato. Mi familia y yo venimos originariamente de un país sudamericano en el que la salud pública no es como en España. A pesar de ello, mi tía — llamémosla Ana — es doctora especializada en pediatría, y, para poder obtener un buen salario, tiene que hacerlo en varios hospitales diferentes, en su mayoría privados. Cuando yo tenía 7 años, enfermé muy gravemente. Mis padres, preocupados, me llevaron al hospital varias veces, y todas ellas nos dijeron que no era nada, que volviera a casa. Mi tía, que vivía cerca de casa, decidió acercarse cuando tuvo un momento y, así, ver qué me sucedía: me tomó la fiebre, se fijó en mis extremidades, colocó una mano en m...