Una mujer significativa en mi vida: mi tía Ana

  Mi tía materna siempre ha sido una persona que he admirado: no solamente me pareció siempre una persona atractiva, simpática e inteligente, sino que, también, es una persona a la que le debo mi vida.
  Para entender mi historia, primero deberían saber un poco más sobre mí, aunque me gustaría mantener mi anonimato. Mi familia y yo venimos originariamente de un país sudamericano en el que la salud pública no es como en España. A pesar de ello, mi tía llamémosla Ana es doctora especializada en pediatría, y, para poder obtener un buen salario, tiene que hacerlo en varios hospitales diferentes, en su mayoría privados.
  Cuando yo tenía 7 años, enfermé muy gravemente. Mis padres, preocupados, me llevaron al hospital varias veces, y todas ellas nos dijeron que no era nada, que volviera a casa. Mi tía, que vivía cerca de casa, decidió acercarse cuando tuvo un momento y, así, ver qué me sucedía: me tomó la fiebre, se fijó en mis extremidades, colocó una mano en mi cuello y me alzó un poco... Y entonces, al ver la rigidez de mi cuello, se dio vuelta hacia mi madre de inmediato y le pidió que fuéramos urgentemente al hospital donde ella trabajaba.
  Gracias a mi tía, me diagnosticaron con meningitis cuando tenía 7 años. De no haber sido por ella, quizás hoy no estaría aquí, puesto que, todas las veces que mis padres me llevaron al hospital, todas ellas nos desestimaron. Y eso es algo de lo que jamás me olvidaré. 
  Quizás ahora entiendan por qué respeto tanto profesionalmente a mi tía Ana, pero esa no es la única razón. Mi tía Ana es una persona que ronda los cincuenta años ahora mismo, pero es un alma joven: mantiene no solo su cuerpo fuerte al realizar natación e incluso acudir a competiciones, sino que, también, mantiene su mente avispada, ya que realiza cursos de inglés para mantener la mente ágil. Asimismo, no deja de formarse en universidades nacionales y extranjeras para que sus conocimientos como pediatra están al día.
  Mi tía Ana siempre me ha acompañado. Recuerdo que, cuando aún vivíamos en el mismo país, cuando se acercaba mi cumpleaños, acordaban mi madre y ella una fecha y nos pasábamos el día juntas, mi tía y yo: nos íbamos de compras, íbamos a comer juntas y después al cine. Era mi día con ella, exclusivo y único. Y siempre nos la pasábamos genial juntas.
  A pesar de que no vivamos cerca, intento siempre mantenerme en contacto con mi tía Ana. No por nada, cuando me enteré de que estaba embarazada, ella fue la primera en saberlo. Ella siempre me acompaña aunque no la vea y aunque no esté físicamente conmigo; pero estar bajo el mismo cielo es suficiente.

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